Muero en los Sitios de Zaragoza

Homenaje  a los héroes que defendieron Zaragoza en sus Sitios.

Dedicado a mi mujer, Alicia, heroína que cada día, saca adelante nuestra familia.

Hoy, mi paseo me lleva ante uno de los lugares más envolventes de Zaragoza, la Plaza de los Sitios, en donde vuelvo a contemplar impresionado el monumento en su recuerdo realizado por Agustín Querol en piedra y bronce en 1908 con motivo de la celebración de la Exposición Hispano Francesa.  Francia y España, países unidos entonces, pero tradicionales enemigos que un siglo antes batallaron en Zaragoza durante sus sitios.

Miro al monumento.

Al contemplarte, estoy solo frente a tu imponente figura en esta tarde fría  pero agradable, con el único sonido del agua de la fuente que te rodea y de los niños que siempre  corretean este entorno. Esta es plaza de ferias y mercados, de bancos que rodean tu estampa bajo las mejores sombras de la ciudad, bancos en los que disfrutarte durante horas.

Mi espíritu me abandona para subir tus escaleras y fundirme en las imágenes de bronce que representan  el fragor de la batalla en defensa de la ciudad. Me veo junto a  Agustina de Aragón  prendiendo  los cañones que disparan al enemigo,  batallo al lado de  la Condesa de Bureta y otros héroes de la ciudad  que defendieron Zaragoza y a la Patria de la invasión francesa.

Muero por vivirlo

En mi imaginación me subo a caballo a las órdenes del gran héroe de los sitios, el Capitán General  José Palafox y Melci quien espada en ristre e inmaculado uniforme militar nos dirige a los defensores hacia una posible muerte, por la defensa de Zaragoza y de todo lo nuestro.

La emoción me invade.

Puedo escuchar los disparos y los gritos desgarrados de los defensores. Por un momento, percibo el miedo de perder la soberanía de nuestra Patria que en esos momentos no entendía de nada más que de unidad frente al invasor. Gentes de Zaragoza de la mano de aquellos que vinieron desde distintos puntos de España para luchar en los sitios, y conseguir frenar el avance de las tropas de Napoleón.

Mirándote, muero en nombre de  la alegoría de mi ciudad, Zaragoza, representada por la bella dama que culmina tu monumento, esa mujer que tiende la mano a los caídos en su defensa.

Alegoría a la Ciudad de Zaragoza

Zaragoza, mi señora,  me llena y reconforta coger tu mano una vez muerto y alcanzar tu altura para contemplar desde esta  posición la libertad de nuestra ciudad que sufrió en aquellos comienzos del siglo XIX el sitio más heroico jamás vivido en España y que ahora escucha en su memoria en las bandurrias y guitarras los acordes del himno a tus sitios  y el grito de todos sus defensores de ¡Zaragoza nunca se rinde!

Atardece, debo volver a casa, mi mujer y mis hijos me esperan, me siento más vivo que nunca.

 

Julio Antonio Vicente Navarro