Los Gaiteros del Rabal

El paseo del que te hablo en esta entrada, no es de hoy. La verdad es que he necesitado unos días para  reflexionarlo y poder narrar con detalle lo que he vivido y sentido en la mañana del pasado día de San Valero  en la Plaza  San Felipe de Zaragoza.

La calle Alfonso vivía la fiesta,  mis hijos y yo, caminábamos en dirección al Coso dando una vuelta, sería entorno a la una del medio día. Acabábamos de salir de una tienda de golosinas para saciar sus apetitos propios de la edad. La mañana invitaba al paseo, al disfrute de la calle, era el día del patrono de Zaragoza, San Valero. Grupos de percusión pasaron ante nosotros, los cabezudos finalizaban su recorrido y llegaban a la plaza del Pilar hasta el ayuntamiento, en donde se recogen tras la comparsa.

Justo al llegar a la altura de la plaza de Sas, Cristina, mi hija, me miró y me hizo el gesto de guardar silencio con el dedito cruzando sus labios y con esos ojillos marrones que ella tiene bien abiertos bajo el arqueo pronunciado de sus cejas rubias, estaba de foto.

 Le pregunté qué le pasaba y que por qué me mandaba callar. 

«Papi, estoy oyendo una música que me gusta, y viene por allí»,me dijo señalando en dirección a la plaza de San Felipe. 

Mi hija es muy bailarina, en cuanto escucha música, su cuerpecito empieza a moverse. No sé cómo lo hace, pero siempre parece conocer el estilo que debe bailar en cada momento. Los niños nacen con arte, los padres lo debemos identificar y potenciar y por eso, le pregunté si quería ir a ver qué es lo que estaba sucediendo en la plaza. No lo dudó ni un momento y con gran entusiasmo me agarró fuerte de la mano. Nos acercamos a toda prisa hasta ese lugar, monumental, cultural, inmenso. Gonzalo, que es más vergonzoso, tampoco se lo pensó y se sumó a algo que les propuse como si fuese una aventura.

Lo que sucedió después, la verdad es que pasó tan intensamente que perdimos la noción del tiempo, aunque trataré de contártelo en detalle.

La plaza de San Felipe, esa mañana, había sido tomada por la alegría, por el sonido más aragonés de un nutrido grupo de personas que bailaban, danzaban mejor dicho a los acordes de  gaiteros que hacian sonar sus instrumentos, dulzainas, gaitas, tambores…Se palpaba en la plaza una energía positiva muy especial. Mi hija decidió unirse a los bailes y fue una danzante más.

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Danza a los acordes de los Gaiteros del Rabal

El sonido de las panderetas, las tarotas o la trompa de Graus, nos estaban regalando a  los que les contemplábamos la misma felicidad que salía de los pasos, saltos, y de los  armoniosos movimientos de todas las personas que hacían grupo alrededor de los músicos. A mi hija y a mí, nos contagiaron hasta el punto de que  fue inevitable que intentásemos imitarles a bailar su música que desde aquél día, tarareamos en casa sin cesar. 

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El museo Pablo Gargallo, los atletas olímpicos a caballo obra del insigne escultor que están apostados a su entrada y el Torreón Fortea, eran con nosotros privilegiados testigos de un momento de gozo con los acordes que se unían al baile común del grupo.

Vi mujeres, muchas más que hombres, con algo presente en todas ellas, la sonrisa. Hacía tiempo que no observaba una actividad grupal en la que la gente me transmitiese tanta alegría. Parecía como si le estuviesen bailando a la vida misma, a aquel momento vivido, junto a la pareja con la que acompasar la música de los gaiteros.

En ese grupo no había edades, ni jóvenes ni mayores, todos se cogían con la misma energía y alegría.

Los pañuelos que adornaban los cuellos de las mozas, se convirtieron en nexos de unión de los danzantes,  bailando en círculo alrededor de la plaza. 

Nadie vestía  trajes tradicionales o de gala, todos bailaban cómodos, con ropa de calle. La gala para  los que éramos sus espectadores, fue su presencia, que llenó de tan buen ambiente la plaza.

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Quise aprovechar una pausa para acercarme a quien presumí que llevaba la batuta. Con abierta y sincera sonrisa, con cercanía, me atendió Juan Carlos. Le pregunté quienes eran, «somos, los gaiteros del Rabal», me contestó.

Gaiteros del Rabal, grupo tradicional aragonés, os transmito mi admiración por vuestro arte y sobre todo, mi agradecimiento por el regalo que aquella mañana de finales de enero nos habéis entregado a mis hijos y a mí.

Vivan vuestras tierras, pueblos de Aragón.

Viva vuestra música, que guardo en mi corazón.

Con cariño, Julio Antonio Vicente Navarro

11 pensamientos en “Los Gaiteros del Rabal

  1. Eso es suerte, sí señor, salir de paseo con los chicos y encontrarte a los gaiteros. Esa experiencia tardarán en olvidarla esos pequeños, y además les motivará para continuar paseando de la mano de su padre. Sorprendente como todos tus escritos.

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  2. Muchisimas gracias por tus palabras Julio, se nota que nacen desde el cariño a nuestra tierra y nuestras costumbres. Es una gran satisfaccion para nosotros leer todos esos sentimientos y emociones que expresas, eso es lo que pretendemos todos los que estabamos en esa plaza. No queremos olvidarnos de la asociacion que organizaba el evento: Laqtspera Zgz, ni tampoco a algun amigo del grupo que nos acompaño ese dia: Vicente,Jose Luis,Fernando, Miguel ..Gracias esto hace que sigamos ensayando creciendo y mejorando..Gracias.

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  3. Que emoción he sentido al leer estas lineas… Como exgaitera del Rabal y gaitera eterna de corazón me llena de alegría saber que nuestra música hace que salgan a flote todos esos sentimientos y emociones que todos llevamos dentro… La vida es un gran baile…

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