Le hablo al Taxi de Zaragoza.

Conducen la vida de la ciudad, vigilan las calles, transportan sentimientos y vivencias de un lado a otro de Zaragoza. Han salvado vidas siendo ambulancias improvisadas para cientos de zaragozanos, llevan a novios a los altares, y dan su compañía a familias que despiden a los suyos camino del cementerio. Ejercen de psicólogos, de confesores, y también hacen de consejeros sentimentales de jóvenes que trasnochan y vuelven a sus casas. Ellos y ellas escuchan a sus clientes como nadie. Siempre colaboran con la policía, y se ayudan unos a otros cuando hay algún problema. Son tantas y tantas profesiones y actitudes solidarias juntas  en una sola figura que es difícil imaginar algo que cualquiera de estas personas no haya hecho todavía. Hoy les hablo a los taxistas de nuestra ciudad, un colectivo de hombres y mujeres muy importante al  que le dedico esta entrada desde el cariño y el agradecimiento por su labor diaria y porque hace 37 años, uno de ellos, me salvó la vida. Son parte importante de la historia de Zaragoza, gracias a un taxista, puedo contarla.

Mi relación con el taxi empieza antes de nacer, porque es en un taxi donde mis padres llegaron al hospital infantil de Zaragoza cuando mi madre se puso de parto. Era la forma más rápida y segura de cruzar la ciudad. Mis padres me han dicho que les dio  tiempo a preguntarle su nombre al taxista. Se llamaba Gregorio y fumaba unos puros enormes. Mi padre consiguió localizarle días después. Le regalaron una de esas cajas amarillas tan chulas de puros que se vendían antes. Su taxi, por aquél entonces, era negro con una banda amarilla horizontal.

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Siendo pequeño, he tenido vivencias en los taxis que mis padres utilizaban para desplazarnos por Zaragoza. El que mi padre no se sacase el carnet de conducir, nos convirtió en unos buenos clientes de sus servicios. Eran años en los que se podía viajar encima de nuestros padres sin cinturón de seguridad, y también fumar dentro de los taxis. Recuerdo que cuando mi padre levantaba la mano para solicitar la parada, mis dos hermanos y yo le imitábamos, lo que hacía que siempre surgiera una sonrisa en el taxista que paraba a recogernos «bajando la bandera». Había conductores muy simpáticos por norma general, aunque de vez en cuando, nos recogía alguno que no debía de haber tenido un buen día.

Mis padres siempre nos decían que teníamos que ser respetuosos y saludar al taxista. En el taxi  me aprendí las direcciones de toda la familia, porque cuando entraba mi padre al coche, indicaba la dirección a la que nos tenían que llevar y yo las memorizaba. Con cinco años, pasé a ser el portavoz que le indicaba al taxista a qué dirección conducirnos. Comenzados los años 80, los vehículos se fueron tiñendo de blanco con la bandera de Aragón cruzada en las puertas delanteras.

Pero mi gran recuerdo en el taxi se produjo una tarde de hace 37 años. Iba con mi madre camino a casa cuando comencé a sentirme mal debido a un golpe de alergia. No podía respirar bien y mi garganta se estaba hinchando. Cada vez respiraba peor. Mi madre, asustada, paró un taxi que pasaba a nuestro lado. El taxista, le ayudó a mi madre a montarme en su coche. En menos de 6 minutos, nos llevó de una punta a otra de Zaragoza, me cogió en brazos y me dejó en las manos de los servicios médicos del Hospital Infantil. Su actuación, salvó una situación muy complicada.  Lo que más siento es que nunca supimos más de él, ni siguiera cobró la “carrera”. No puedo recordar nada de él aunque lo intente, tan solo su forma de conducir veloz pero muy segura camino al hospital. No hubo semáforos porque su mano alzada por la ventanilla con un pañuelo blanco, indicaba que se trataba de una emergencia. Fueras quien fueras, gracias, gracias, gracias porque tú taxista anónimo, fuiste mi ángel de la guarda.

Me acuerdo también de esas noches de invierno con niebla en el puente de piedra volviendo a casa de  marcha con mis amigos, cuando ver el indicativo verde de libre del taxi era como ver venir al  séptimo de caballería a nuestro rescate. Qué alivio sentíamos al saber que pronto estaríamos sentados calentitos camino a nuestras casas. No faltaba el buen ánimo de unos hombres que hacían turnos nocturnos duros y complicados para sacar adelante sus familias.

En todas las comunidades de vecinos había un taxista y cuando teníamos que ir a alguna calle les preguntábamos como llegar a destino. Actualmente, tres de las asociaciones de taxistas de Zaragoza llevan GPS y gestionan la flota de forma automática. Hay aplicaciones en el móvil para pedir un vehículo, y existe una cooperativa de gestión modélica a nivel nacional que cuenta con servicio de gasolinera, talleres, bar, lavaderos, y también locales para los momentos de reunión de sus asociados que se encuentra en la avenida de Gómez Laguna.

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Me gusta llamar a las centralitas de atención telefónica para solicitar el servicio de taxi. Sus operadoras siempre atienden con rapidez, amabilidad y eficiencia, enviando el vehículo más cercano, en el menor tiempo posible.

La llegada del coloso de metal que circula sobre raíles, ha supuesto la limitación de la circulación por algunas de las zonas más céntricas de la ciudad. Está en marcha una iniciativa que recoge apoyos para que el taxi pueda circular por las vías del tranvía en determinados puntos y poder ofrecer su servicio en igualdad de condiciones.

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El taxi en nuestra ciudad tiene historia, creo que darse una vuelta a Zaragoza en uno de ellos, se asemeja en sensaciones a las que he experimentado en alguno de mis paseos a pie. Nuestros taxistas quieren seguir dando el mejor servicio a zaragozanos y  visitantes. Se han amoldado a los tiempos actuales. Hay vehículos adaptados para personas de movilidad reducida, otros cuentan con wifi incorporado, y también los hay que se han especializado en atención turística, aunque todos ellos, tienen en común que trabajan diariamente por mantener el servicio a los clientes, conduciendo la ciudad cuyo escudo, llevan actualmente en sus puertas.

El taxi ha conducido hoy mi paseo por Zaragoza.

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21 pensamientos en “Le hablo al Taxi de Zaragoza.

  1. ¡Ha sido entrañable! No se repara en ello: Los taxistas hacen una gran labor. Y siempre están presentes en momentos importantes de nuestras vidas.Gracias por compartir tus recuerdos y experiencias con todos!

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  2. Julio Antonio Vicente Navarro, quería darle las gracias por este reconocimiento al gremio del taxi. Has sabido reflejar a la perfección la parte más humana de estas grandes personas que son los taxista. Me encantaría a mi y a mis compañeras poderle agradecer estas palabras, así que cuando nos llamé para pedirnos un taxi, ya sabe donde tiene unas amigas.

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  3. Hola amigo, ya no soy taxista desde hace muy pocos años… He estuve 26 años al servicio de todos. Al leer tus palabras siento que mereció la pena… Todavía soy joven (48 años). Desde los 19 años (1987) estuve viviendo miles de historias, algunas bien descritas por ti. En 2008 empecé a escribir un blog. Puedes leer si te apetece algunas historias años atrás.

    Gracias. Mil veces gracias

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  4. Hola tambien que hay que agradecer a vosotros los clientes que quedais muy agradecidos me trajeron ayer un paquete de embutidos caseros por haber hecho un servicio tambien un poco similar, gracias a los usuarios del taxi nos haceis movernos.

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  5. Hola Julio, soy Goyo he sido taxista 45 años, y puedo asegurarte que has escrito una cosa verdaderamente preciosa. La cooperativa del taxi deberia enmarcarla. muchas gracias, amigo

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